lunes, 3 de abril de 2017

El escondite de la culpabilidad

  

          Salmos 32:5-6
       Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor»,  y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.
       Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán
           Había una vez un niño de 8 años que instintivamente contestó el teléfono de su casa y susurró, "Hola". La voz del otro lado dijo, "Sí bueno, ¿Se encuentra tu mamá en casa?" el niño contestó: "Sí, pero está ocupada," "¿Está tu papá en casa?" "Sí pero también está ocupado..."  "Bueno, ¿Hay algún otro adulto en tu casa con el que pueda hablar?" "Sí, hay un policía y un bombero" "¿Podría hablar con uno de los dos?" "No, ellos también están ocupados" "¿Bueno, y qué están haciendo todos que están tan ocupados?" Hubo una pausa muy larga y después el niño contestó, "Me están buscando".
          Cuando somos culpables, instintivamente corremos a escondernos; creo que esa respuesta está tejida en nuestros genes. Esconderse fue exactamente lo que hizo Adán y Eva cuando Dios salió a buscarlos después de que ellos habían comido del fruto prohibido. Sin embargo, esconderse no es la mejor opción para tratar con nuestra culpabilidad ya que ésta no se soluciona cuando la escondemos, la negamos, o la cubrimos.
          El profeta Isaías se sentía culpable por poseer unos labios inmundos, cuando fue confrontado por el Señor, el declaró su pecado y Dios tocando con carbones encendidos su boca, le dijo que su culpa era quitada (Isaías 6:5)
            La próxima vez que te sientas culpable dále gracias a Dios que aun puedes sentirlo porque eres sensible al pecado. Digo esto, porque cuando ese sentimiento de culpabilidad deja de existir en el alma del ser humano, significa que ha llegado a ser insensible, y las personas insensibles llegan a ser cada vez más capaces de adquirir actitudes y actividades destructivas hacia ellos mismos y hacia los demás.
          Ese sentimiento de culpabilidad es bueno porque tiene el potencial de mantenernos humanos y receptivos a la reprensión de la Palabra y del Espíritu Santo. Por otro parte, la culpabilidad puede devorarnos de adentro hacia fuera; asesinando la paz y nuestra libertad para funcionar. Ese tipo de culpabilidad por lo regular está asociado con algún error gigantesco o una falta mayor que cometimos en el pasado.
          Cuando la culpabilidad toma dominio de nuestras almas nos sofocará y tratará de ahogarnos en el sentimiento de desliz. Así que cuando ese tipo de carga de conciencia inunde tu vida, acude  al único antídoto que es La Gracia de Dios.
         Como puedes ver, Dios comprende nuestras faltas y nuestros errores. Y aun cuando Dios se entristece con nosotros. El está dispuesto a perdonar todas nuestras faltas y a enmendar nuestros corazones rotos. Lo único que hay que hacer es pedírselo y tener una actitud de un arrepentimiento genuino. Cuando lo logras hacer tal como lo hizo David, Dios intercambia tu culpabilidad por su Gracia. Ante el error, la falta, el pecado que uno pueda cometer, la solución no está en escondernos, sino el de enfrentar nuestras faltas acudiendo al Socorro y a la gracia de Dios con una actitud humilde y desbordada de un cambio de mentalidad para no volver a cometer los mismos errores.

       CONCLUSIONES

Hay un remedio para las culpas, reconocerlas y no volver a cometer los mismo errores que nos llevaron a ella.

Ninguna culpa se olvida mientras la conciencia lo recuerde.

La persona que siente más culpa no podrá sentir felicidad o buena salud.

La persona que se siente culpable, se convierte en su propio Verdugo.

       REFLEXION
  • Escondernos ante la culpabilidad no es lo recomendable, ¿qué acción llevas a cabo ante algo que te hace sentir culpable?
  • David nos da una excelente pauta para salir avante ante la culpa, el dijo: Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», ¿habitúas hacer lo mismo ante una situación de pecado?
  • Un arrepentimiento genuino y una confesión sincera nos abren la oportunidad de ser perdonados por Dios, ¿albergas algún sentimiento de culpa en tu vida? ¿has acudido con la actitud correcta hacia Dios para que sea quitada esa culpa
  • Cuando la culpabilidad toma dominio de nuestras almas nos sofocará y tratará de ahogarnos en el sentimiento de desliz, ¿estás list@ para ser libre de toda culpa?
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             Pastor Oscar
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