1 Corintios 1:10
Les suplico, hermanos, en
el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya
divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en
un mismo propósito.
En cuanto a nuestra relación con otra persona, podemos tener una de
estas dos actitudes básicas: (1) una actitud de Rechazo o (2) una
actitud de Aceptación. Rechazar a otra persona
significa que no la aceptas tal como es. El rechazo es una actitud que dice: “Si
quieres que te acepte, debes cambiar todo lo que no me agrada”. Aceptar a otra persona significa que voluntariamente la aceptas tal cómo es,
sin ponerle condiciones. No significa que tú no ves sus defectos ni que apruebas
todo lo que hace, simplemente significa que la aceptas en la misma forma en que
Cristo te ha recibido a ti. La Biblia dice: Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también
Cristo nos recibió, para gloria de Dios (Romanos 15:7).
La razón por la que debemos aceptarnos
unos a otros es porque Cristo nos ha recibido a nosotros. Él murió por nosotros
cuando aún éramos pecadores. Él no nos dijo: “Yo no los recibiré hasta que
hayan cambiado”. No, Él nos recibió total y gratuitamente tal como éramos y
nos dio todos los privilegios y beneficios de un hijo de Dios. Esta es la
actitud que Dios quiere que tengamos hacia los demás. Que nos demos cuenta de
ello o no, la actitud que tenemos hacia otra persona tiene un profundo efecto
sobre ella. *La
actitud de rechazo
hacia una persona impide que el amor de Dios fluya de ti mismo hacia esa
persona. Tiende a “amarrarla” y a impedir que ella llegue a ser lo que Dios
quiere que sea. *La
actitud de aceptación hacia una persona permite que el amor de Dios fluya a
través de ti hacia esa persona. Tiende a “liberarla” para que pueda ser lo que
Dios quiere que sea.
Un padre cristiano relata cómo Dios obró en su vida y en la vida de su
hijo: “¿Tengo que ir?”, preguntó con resentimiento nuestro hijo
de 15 años, arrastrando sus pies en el suelo. “Quiero quedarme en casa con
mis amigos. Además el auto irá lleno… ¿y quién quiere viajar 1,000 kilómetros
apretados como sardinas en un auto viejo y feo?” Esta expresión de ira
latente de parte de mi hijo Roberto, indicaba precisamente el problema
creciente que amenazaba últimamente nuestras relaciones. En lo más profundo, mi
corazón guardaba un resentimiento creciente en contra de Beto. No me gustaban
sus amigos, ni la forma en que se peinaba y me molestaba sobremanera la música
que le gustaba. La comunicación entre nosotros había empezado a ser muy
tirante. Beto nos acompañó de mala gana, y de algún modo pasamos esa
semana. Pero al volver a casa, como padres, nos pusimos de rodillas ante Dios. “Señor,”
oramos, “sabemos muy bien que ésto puede llevarnos a un desastre, afectando
no sólo a Beto. Seguramente otros también serán heridos si continúa con su
rebeldía. No podemos dejarle seguir así. Dios, Tú tienes que darnos la
respuesta,” suplicamos. “Por favor, muéstranos la solución”.
Yo no estaba preparado en lo absoluto
para la respuesta de Dios. Él enfocó Su luz penetrante en las actitudes de mi
corazón, y lo que había estado oculto por tanto tiempo, de pronto se hizo
dolorosamente evidente. “Mientras escojas rechazar, resentir y condenar a
Beto, Mis manos están atadas,” sentí que Dios me decía. “Te interpones
en el camino y no puedo ayudar a tu hijo. Tú eres el problema verdadero”. “Oh,
Dios mío,” gemí conturbado. Él continuó examinándome. “Cuando Yo te
acepté en Mi Hijo Jesucristo ¿te pedí que fueras santo y recto antes de
aceptarte? ¿Acaso no había muchas cosas en tu vida que me desagradaban? Sin
embargo te amé y te acepté por amor a Mi Hijo”.
Yo luché mucho con lo que dijo a continuación: “¿Te
acercarás ahora a tu hijo y le confesarás tus actitudes equivocadas, tus
resentimientos, críticas y rechazo? ¿Le pedirás perdón por tu pecado contra
él?” “Pero, Señor,” protesté. “¡Él se ha puesto rebelde y está
equivocado!” “Me doy cuenta de éso, hijo mío, y tengo el remedio, pero
eres tú el problema mayor. ¿Qué me dices de éso? Puedo esperar todo el tiempo
que me hagas esperar, pero si rehúsas humillarte, no puedo prometerte que no
perderás a tu hijo”.
Mientras
yo luchaba con la
propuesta de Dios, el asunto quedó penosamente claro y aunque no tenía ninguna
promesa de lo que le sucedería a mi hijo, entendí lo que yo, su padre, tenía
que hacer. Dios no me pedía que aceptara la rebeldía de mi hijo. Me estaba
pidiendo que lo amara y lo aceptara genuina e incondicionalmente, tal como era
y no como yo quería que fuese. Aunque la humillación me era muy dolorosa, de
repente tuve mucho miedo de no dejar a Dios quebrantar mi voluntad. Las
consecuencias para Beto y para mí serían sencillamente una carga demasiada
pesada de soportar. Supe entonces que Dios esperaba primero mi sumisión y no la
de mi hijo.
El padre contó lo que ocurrió cuando él
obedeció a Dios: Después de haber hablado con mi hijo nos abrazamos, y las
lágrimas que corrían de mis ojos parecían borrar todo el resentimiento en
contra a Beto. Luego sucedió algo sorprendente. Beto también comenzó a llorar y
con el corazón quebrantado reconoció su rebeldía y nos pidió perdón. Entonces
volviéndose hacia su madre y abrazándola, confesó con lágrimas su mala actitud
hacia ella y le pidió perdón. Han pasado dos años desde aquel día. La obra del
Señor fue tan completa que, aunque yo he fallado de muchas maneras desde
entonces, Beto ha seguido firme en los caminos de Dios.
CONCLUSIONES
Dios dice que Él no desecha un corazón quebrantado y
contrito. Y sólo Dios sabe qué puede pasar cuando Su amor poderoso y redentor
tiene rienda suelta en nuestra vida.
La mayoría de nuestros problemas provienen de que
rechazamos partes de nosotros mismos: no nos amamos total e incondicionalmente
El rechazo solo es la evidencia de la falta de perdón
y aceptación de una persona a otra.
La actitud de rechazo habla de un problema relacional
entre las personas, la manera de solucionarlo es a través de unos lentes en
donde el enfoque sea el amor de Dios
REFLEXION
- Barreras y enemistades te pueden llevar a rechazar a las personas con las que has tenido cierto conflicto, ¿Hay alguna enemistad entre tú y otra persona? ¿Hay alguna barrera?
- El sentirse rechazado por nuestros padres como el caso de Roberto es una oportunidad para que el enemigo gane terreno y se fomente más la falta de perdón, ¿Hay rechazo en tu vida? ¿Eres un hijo o una hija que siente rechazo por tu padre o tu madre? ¿O eres un padre o madre que siente rechazo por tu hijo?
- Rechazar a otra persona significa que no la aceptas tal como es, ¿abandonarás tu rechazo y permitirás que el amor de Dios fluya desde ti hacia esa persona?
- La actitud de rechazo hacia una persona impide que el amor de Dios fluya de ti mismo hacia esa persona, ¿tomarás la iniciativa para que el amor de Dios fluya hacia tu prójimo con más intensidad?
___________________________________________________________
Pastor Oscar
Invitaciones a conferencias y talleres sobre estos temas y de liderazgo, llamar al teléfono 017351525825 ó escribe al correo: oscarhp07@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario